Icono del sitio Tierra Roja

Maldita tu eres

En memoria de Cristina Vázquez

 

En nuestro primer fotorreportaje, realizado por Matías Bordón y el equipo de producción periodística, presentamos parte de la historia de María Ovando, una humilde mujer misionera que fue víctima a lo largo de su vida de todo tipo de violencias.

En 2012, la acusaron de matar a una de sus hijas -que murió por desnutrición mientras la llevaba en sus brazos al hospital- y fue llevada a juicio por abandono de persona agravado. Salió absuelta, pero padeció casi 2 años de cárcel sin haberse comprobado su culpabilidad.

En 2020, ocho años después, fue obligada a sentarse nuevamente en el banquillo. Esta vez, la responsabilizaron de no impedir el abuso sexual de sus hijas, supuestamente cometido por dos jóvenes condenados sin pruebas y con penas más leves que ella.

Un proceso penal que pone en evidencia la falta de perspectiva de género en el poder judicial, la ausencia del Estado a la hora de garantizar derechos, pero sí sus abusos al pretender impartir justicia. Estigmatizada como una “mala madre”, María, junto a los dos jóvenes, se enfrenta otra vez a una justicia entre comillas.

? Hacé click en las leyendas debajo de cada foto para acceder a información complementaria.

Maria no está sola

Durante los días en que transcurrió el juicio, se acercaron a manifestarse pacíficamente en las puertas del tribunal diferentes organizaciones y parientes de María, Lucas y Marcos entre las que se encontraron hijas y nietas de María brindándole su apoyo. El Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad presentó un informe al tribunal reclamando la aplicación de perspectiva de género, y el Parlamento del Mercosur aprobó una declaración en el mismo sentido. También la Asociación Pensamiento Penal se presentó como veedora del juicio; y tras una cam­pa­ña de apoyo a María se lo­gra­ron re­unir más de 16.000 fir­mas en­tre las que fi­gu­ran Nora Cor­ti­ñas, Rita Se­ga­to, Dora Ba­rran­cos, Ofe­lia Fer­nán­dez, Marisa Herrera y Gisela Spasiuk.

Ser mujer en Misiones
Misiones se encuentra entre las cuatro provincias argentinas con mayor tasa de femicidios del país junto a Chaco, Catamarca y Jujuy; y la primera en el ranking nacional en cantidad de violaciones. Según datos oficiales del IPEC, se registran dos denuncias por hora por violencia intrafamiliar o por motivos de género; mientras que durante el 2019 aumentaron un 200% las denuncias de abuso y de violencia hacia niños, niñas o adolescentes en la provincia. Aún así, la cantidad de denuncias son siempre ínfimas en relación a lo que sucede en los territorios cotidianamente.
Las niñas no son madres

María Ovando tiene 46 años y tuvo una vida muy difícil. Desde los 6, en un contexto de maltratos y abusos, trabajó como tarefera y ayudanta de mecánico. A los 12 años fue en­tre­ga­da a un varón. Desde entonces, María tuvo en total 12 hijes, y estuvo casi ininterrumpidamente en estado de lactancia y maternidad. Nunca aprendió a leer ni a escribir, ni tuvo acceso a un trabajo o una vivienda digna. En el 2012, cuando trabajaba en condiciones de esclavitud picando piedras, fue acusada del asesinato de una de sus hijas, que murió por desnutrición mientras la llevaba a cuestas al hospital. En la foto, María habla con una de sus nietas mientras carga en brazos a otra.

Por quien merece amor

Mucha personas, entre familiares y vecinos, se acercaron a acompañar los días del juicio a Maria, en un acto reflejo de una provincia que tiene muchas Marías y poca justicia. Llegaban desde barrios humildes de la ciudad, caminando o en colectivo, con su tereré bajo el brazo. Los tapabocas no pudieron silenciar la pregunta de sus ojos.

En pocas palabras
A pesar de los infinitos golpes que el poder judicial le ha dado a María, no le ha quitado la fortaleza para seguir estando al lado de sus hijas y nietas, quienes a su vez la acompañaron a lo largo del juicio en su contra.
El arte de resistir
Mientras en el tribunal transcurre el juicio, varias mujeres cortan el tránsito, y se plantan pacíficamente contra el calor, la bronca y la indignación. La vida está en la calle.
Ampliemos la lucha

Al principio, el foco de los reclamos del movimiento de mujeres estuvo puesto en la causa de María. A partir de la falta de pruebas concluyentes contra los dos acusados de violacion (Marcos y Lucas), la demanda por justicia sobrepasó el pedido por la libertad de María: las organizaciones también se solidarizaron con las madres de los imputados y pidieron la absolución de Lucas y Marcos.

Sin chistar

La policía reprime, acostumbrada a cumplir las órdenes del poder de turno. Con un amplio operativo policial instalado en las afueras del juzgado, durante las últimas jornadas se produjeron tensiones entre las personas manifestantes y las fuerzas de seguridad que derivaron en lesiones a periodistas, activistas y familiares. Una y otra vez, un Estado muy presente a la hora de vigilar y castigar y muy ausente para garantizar derechos.

El abrazo que no fue

Cuando María salió del tribunal luego de la bochornosa sentencia, su hijo quiso acercarse a abrazarla. Las fuerzas policiales le impidieron el paso, originando momentos de tensión con quienes aguardaban la salida de María. Fue rápidamente subida al patrullero, sin tener un momento para despedirse de sus seres queridos.

La pena no es ajena
Durante la última jornada del juicio, la nieta de María, así como otros familiares cercanos, se descompensaron al conocerse el veredicto. La joven debió ser socorrida por las personas allí presentes y atendida por el personal médico que acudió al lugar.
Cuánto pueden soportar los cuerpos
Los familiares de María intentan mantener la calma, aunque poco lo logran. En esta imagen desoladora, se condensan los sentimientos de impotencia. Habiendo vivido innumerables violencias, María siempre estuvo de pie. Porque, en las buenas y en las malas, definitivamente no está sola. Ahora, la sentencia en su contra es sufrida por toda una comunidad.

Juicio revancha

En 2014 María presentó una demanda civil por daños y perjuicios contra el Estado provincial y contra el juez y el fiscal de instrucción por los casi 2 años que había estado presa sin haberse corroborado su culpabilidad ni tener sentencia firme. Para el Equipo de defensa de María, a partir de eso, el poder judicial desplegó una respuesta corporativa brutal, que configura una especie de revancha contra ella, por osar enfrentarse al poder, y siendo estigmatizada como una “mala madre”. Formalmente, en este segundo juicio se acusó a María de “ser responsable del delito de abuso sexual con acceso carnal calificado por el vínculo y la convivencia preexistente, por los abusos cometidos por Laurindo y Ferreyra”. La defensa de María, asegura que las niñas “fueron claramente inducidas a declarar” y pidió la absolución, tanto de María como de los otros dos acusados.

Una defensa coral

Roxana Rivas, José Luis Fuentes y Eduardo paredes, integrantes del Equipo misionero de DD.HH. justicia y género que acompaña a María en su defensa. El equipo, conformado por un grupo transdisciplinario, no se limita a la defensa técnica, sino que impulsa un gran trabajo pedagógico y de visibilización de la causa. Integrado por destacadas profesionales del derecho, la comunicación, la antropología y el trabajo social como Alicia Rivas, Ana María Gorosito Kramer, Cecilia Rodríguez, Gabriela Ayala y Victoria Weirich, emitió comunicados durante todo el proceso y brindó conferencias de prensa a través de diversas plataformas en cada etapa del debate.

Un tribunal discordante
El primer tribunal, con el que comenzó el juicio el día 21 de septiembre del 2020, estaba compuesto por Lyda Ga­llar­do, Ma­ría Te­re­sa Ra­mos y Atilio León, como presidente. Las defensas pidieron la nulidad del proceso argumentando la omisión del fiscal en precisar cuáles eran los hechos que se le imputaban a las tres personas llevadas a juicio. El presidente León planteó su acuerdo con el pedido de las defensas, contra la opinión de sus colegas. Como consecuencia, decidió inhibirse, auto-apartándose de la causa. Así, debió conformarse un nuevo tribunal, que reinició el juicio el día 8 de octubre, con el juez Eduar­do Ja­vier Jour­dan en reemplazo de León y pasando la presidencia a Gallardo.
Pibes presos, cabos sueltos
La defensa oficial de los jóvenes Marcos y Lucas estuvo a cargo de Rodrigo Torres Muruat. Para la defensa, los jóvenes fueron encarcelados en su momento y ahora sentenciados sin ninguna prueba que tenga valoración penal; es decir, no se estableció en ningún momento los tres elementos básicos para una condena: el tiempo, el modo y el lugar de los hechos. Si el hecho que les imputan sucedió entre 2013 y 2015, como figura en la causa, ambos eran menores de edad y deberían haber sido juzgados bajo el Régimen Penal Juvenil. Sin embargo, eso no ocurrió. Y salvo por 10 meses durante los cuales recuperaron su libertad (sin intentar fugarse), estuvieron cinco años presos ilegalmente, con la prisión preventiva vencida, por el supuesto peligro de fuga.
Sin palabras
Jose Luis Fuentes, abogado defensor, acompaña a Maria. Ella sostiene entre sus manos una pregunta que la ley no puede contestar: “¿por qué soy responsable de todo lo malo de este mundo?” No siempre el derecho entiende de sentires. El acompañamiento desborda la dimensión jurídica. El oficio de abogar comprende también la emoción.
El traslado
Marcos fue condenado por abuso sexual gravemente ultrajante contra las niñas, condición que se ve agravada porque la Fiscalía le atribuye haber sido concubino de María. Esto supone una responsabilidad de guarda sobre las niñas, a pesar de que no se pudo probar que Marcos y María fueran pareja y obviando que en el período en que ubicaban los hechos, él era todavía adolescente.
Rezo por vos
Lu­cas Fe­rrei­ra es el otro joven acusado. En el año 2012 completó su escolaridad en la Escuela Especial Nro. 6 de Eldorado. Según su mamá, tiene un retraso madurativo a consecuencia del cual tiene una edad mental de 13 años, lo que no fue considerado en la causa. Asistió a la escuela nocturna para adultos a la que iba su mamá, Ramona. Allí Lucas conoció a María, y Marcos a ésta a través de él, ya que son amigos desde la infancia.
Custodiando prejuicios

El fiscal Fe­de­ri­co Ro­drí­guez sale del tribunal con el barbijo mal puesto y una bolsa del free shop custodiado por fuerzas policiales. En su acusación, como en su intervención en medios de comunicación no faltaron elementos cargados de prejuicio y un notorio discurso de odio, sin demostrar conocimientos en perspectiva de género. Instaló la idea de “mala madre” como una categoría moral a juzgar y no presentó pruebas concluyentes del delito contra ninguna de las tres personas imputadas. El equipo de defensa solicitó su apartamiento pero el pedido fue rechazado.

Guardianes del orden
Una mirada perdida, un puño en alto, un mensaje de WhatsApp. La policía fuertemente equipada resguarda el juzgado y cuida celosamente la entrada y salida de personas. No hay violencia de los manifestantes ni de las personas imputadas. María se presentó de manera voluntaria todas las veces que fue requerida. Sin embargo, el operativo montado para el juicio pareciera decir otra cosa: ¿donde está la violencia?
La espera

Lu­cas Fe­rrei­ra mira con los ojos perdidos en el Tribunal, mientras deciden su destino. Finalmente, fue sentenciado a 12 años de prisión. A Marcos le dieron 18. Ambos tienen 23 años.

Desconfío
Maria aguarda, junto a su abogada, la lectura de la sentencia. Nada indica una resolución en su contra. Pero ya estuvo casi dos años presa anteriormente sin haberse comprobado su culpabilidad: ¿qué puede esperar?
La sentencia

El miércoles 28 de octubre, el tribunal dio a conocer su veredicto. La secretaria del tribunal Adriana Andino leyó la sentencia. María fue condenada a 20 años de pri­sión por “…ser responsable penalmente de los delitos de abuso sexual con acceso carnal calificado por el vínculo y la convivencia preexistente, por los abusos cometidos por Laurindo y Ferreyra…” y «promoción a la corrupción de menores calificado…». Las penas no distaron mucho de las exigidas por el fiscal.

Otra vez, la cárcel
Maria es abrazada por Roxana, una de sus abogadas. Hace instantes escuchó la sentencia que la volverá a poner tras las rejas y lejos de su familia. El tribunal ordenó, además, su inmediata prisión preventiva. Y a pesar de que la de­fen­sa alegó el nulo pe­li­gro de fuga, en ese mismo momento fue es­po­sa­da y tras­la­da­da a Po­sa­das para comenzar a cum­plir su con­de­na, configurándose una prisión preventiva ilegal. Inmediatamente después de conocerse la sentencia, el equipo de defensa hizo un pedido de excarcelación, pero fue rechazado.

Madres coraje

Ramona e Isabel son las madres de Lucas y Marcos. Ambas coinciden en definir el tiempo transcurrido desde la detención de sus hijos, en julio de 2015, como “una pesadilla”. Ramona concurrió a la escuela de adultos en el año 2013 con María, luego de que ésta fuera liberada en la causa anterior. Según Ramona, su hijo no iba a la casa de María en ese tiempo, y remarca que jamás convivió con ella ni tuvo contacto permanente con las niñas. Isabel, madre de Marcos, relata: “Cuando salió ese tema mi hijo va y me cuenta, el consejo de madre que le di fue: ´yo no crié un hijo cobarde, te quedás acá y que sea lo que Dios quiera, no vayas a correr, no vayas a esconderte´. Es mucho lo que está pasando para que se le acuse a un chico solamente porque es hijo de una madre soltera. Según la sociedad es un chico sin papá entonces va a hacer cualquier cosa y no es así.”

Ellos tampoco están solos

Marcos y Lucas no nacieron con la suerte de tener todos los derechos plenos. En abril de 2015 Lucas y su pareja decidieron ir a Buenos Aires. Poco después, se mudaron a Chajarí, Entre Ríos, donde consiguió empleo como recolector de basura para la Municipalidad. Allí fue detenido por esta causa, mientras que con su pareja esperaban su primer hije. Es epiléptico y en la cárcel le negaron los medicamentos que necesitaba. Marcos continuó sus estudios en contexto de encierro: terminó la secundaria y estaba haciendo una carrera terciaria. Además, juega al rugby en el equipo “Los Toros”, una experiencia social a través del deporte. Formó pareja con una chica a quien conoció en las visitas en la cárcel, y luego de la sentencia nació su hija, a la que nombraron Milagros.

Isa

La madre de Marcos vive en el barrio San Cayetano a 10 km del centro de la ciudad de Eldorado. Fue todos los días a la puerta del juzgado a acompañar a su hijo y cuando no tenía los 33 pesos para tomarse el colectivo, iba igualmente caminando. Triste, pero orgullosa y segura de la inocencia de su hijo, cuenta que cuando Marcos estaba detenido en Iguazú, ella hacía dedo por la ruta para poder visitarlo los días permitidos. Mientras va de un lado al otro, el estigma no deja de acompañarla. “Trato de estar calladita porque la sociedad te condena, te tiran piedras, te entierran viva”.

Ramona

La mamá de Lucas también fue una fiel acompañante de su hijo. Al igual que Isa, no aprendió a leer ni escribir de chica, y de grande intenta terminar sus estudios primarios. El juicio contra su hijo le quitó toda la energía y le cuesta salir adelante.“Nosotros criamos a nuestro hijo y sabemos cómo es. Yo tengo nenas. Crié dos hijas ajenas en casa y nunca pasó esto. Para mi, lo que estamos viviendo es una pesadilla que no tiene ni pies ni cabeza, con todo lo que dicen, lo que hacen. Quiero que termine.»

Madre no hay una sola

Isa y Ramona se consuelan mutuamente; comparten la angustia con sus ojos hinchados de tanto llanto y la historia de sobrevivir en la pobreza. Ellas -según los estereotipos con que se juzgan a María también son “Malas Madres”- como si brindarle cariño y cuidados a un hijx, no tuviese nada que ver con el lugar y las circunstancias en las cuales se vive. 

Unidas por el amor y el espanto
María junto a sus nietas y Ramona, la mamá de Lucas. Un tridente de madres pobres, huérfanas de educación y oportunidades, que enfrentan un sistema de justicia que no está hecho para brindarles ayuda, sino para castigarlas. Cuando ser mujer y pobre es un castigo, el acompañarse y quererse, es un acto de valentía.
Tarea para el hogar
Ramona no solo tiene a Lucas, sino a varios otros hijos e hijas. Mientras se desarrollan los días del juicio, Ramona lleva a les más pequeñes al Juzgado porque no tiene dónde dejarles. La pequeña va con su tarea de la escuela a cuestas, y mientras su hermano es juzgado por un crimen del cual no existen elementos para incriminarlo, ella hace cuentas en el cuaderno y aprende a leer como puede.
Un poco de paz

Isa mira a la cámara con el símbolo de paz en su remera. “Trato de mantenerme como puedo. Ando muy enferma, tengo alteraciones, voy al psicólogo, no me conformo con eso pero hay que tener fuerzas y mi fe está en Dios.”

La bronca

Ramona tiene bronca, mucha. También impotencia, por no entender qué significa la “justicia”. Y dolor, por la ausencia que le espera.

A liberar

El poder judicial de Misiones viene siendo fuertemente cuestionado. Por la ineficiencia, la arbitrariedad de las sentencias, las prácticas corporativas y la falta de aplicación de perspectiva de género.

La persecusión de María no es un caso aislado sino una muestra de la problemática estructural. Casos recientes como el de Cristina Vázques, Librada Figueroa, Victoria Aguirre o Miryam Bogado desnundan el sesgo clasista y patriarcal de la (in)justicia misionera.

Después de conocerse la sentencia, se constituyó una mesa por la absolución de María, Marcos y Lucas, integrada por diversos movimientos feministas, de derechos humanos, y personalidades del campo académico y cultural.

El martes 24 de noviembre el Equipo de defensa presentó un Habeas Corpus a favor de la libertad de María que lleva la firma de Norita Cortiñas.

El Habeas Corpus es un remedio legal por el que cualquier persona puede pedir por otra que esté detenida ilegalmente o se vea agravada ilegítimamente en sus condiciones de detención. La expresión viene del latín y su traducción es: “tendrás tu cuerpo libre”.

Salir de la versión móvil