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Tekoa Porá: los días sin Enzo

El 16 de marzo, en Posadas, un niño de la Comunidad Mbya Tekoa Porá, de Puerto Leoni, falleció en un accidente vial. Desde ese territorio, algunas voces gritan su verdad y dan cuenta de la historia y el presente de la aldea.

 

“En su cunita de tierra
Lo arrullará una campana
Mientras la lluvia le limpia
Su carita en la mañana
Cuando se muere en la carne
El alma busca su diana
En el misterio del mundo
Que le ha abierto su ventana” 

Violeta Parra, Rin del Angelito

 

Sucedió en Posadas, al mediodía del 16 de marzo. Enzo Paredes, un guricito de 9 años, terminaba de cruzar la avenida Santa Catalina, llevando en sus manos la botella de gaseosa que había ido a comprar. El interno 1254 de la línea 32 del transporte urbano Don Casimiro lo atropelló, ocasionándole la muerte. Su madre, Angélica, y algunos de sus hermanos, fueron testigos de la dolorosa escena. El niño vivía en Tekoa Porá, una Comunidad Mbya ubicada sobre la ruta provincial 7, dentro del municipio de Puerto Leoni y camino al Valle del Cuña Pirú, una zona de enorme riqueza natural y paisajes encantadores, donde conviven numerosas comunidades guaraníes.

El caso en los medios

La noticia de este trágico accidente vial fue abordada por la enorme mayoría de los medios de comunicación de la provincia, e incluso reproducida por agencias de alcance nacional como Télam y por diarios como Clarín. Pero en casi todos los casos, también se reprodujeron imprecisiones. El diario El Territorio por ejemplo, graficó su artículo informativo con una fotografía en la cual se veía, en primer plano, un cartel cercano al lugar del accidente (en inmediaciones de la terminal de ómnibus de Posadas) con la leyenda: “Circule con precaución”. De fondo, en la imagen se alcanza a ver un descampado con resabios de un campamento donde suelen aparcar familias mbya. El epígrafe de la foto enuncia: “El niño era parte de la comunidad que pernoctaba en las inmediaciones de la terminal”.

Otro medio local, Misiones On Line, refirió en un artículo que “La víctima, junto a su familia, acampan desde hace aproximadamente tres meses en inmediaciones de la terminal de ómnibus, lugar donde se produjo el siniestro. Viajaron para vender artesanías y pedir limosnas”.

Tanto el párrafo de MOL como el epígrafe de El Territorio, por citar apenas dos ejemplos, incurren en equívocos. Enzo Paredes no vivía desde hacía tres meses allí ni pedía limosnas. Su familia había llegado el día anterior con varios objetivos. Por un lado, el padre de Enzo es cacique de su comunidad y debía realizar trámites referidos a la misma. Por el otro, su madre debía comprar vestimenta y útiles de cara al inicio del ciclo lectivo 2021: Nahuel estaba por comenzar segundo grado de la primaria en el Aula Satélite de la Escuela 647, que funciona en la misma Comunidad Tekoa Porá.

Los medios también instalaron, a partir del accidente y la muerte de Enzo, una mirada cuasi inquisidora sobre la madre del niño y sobre el devenir de integrantes de comunidades mbya que arriban a la ciudad de Posadas para poder comercializar sus artesanías (y en ocasiones limones) y así obtener el dinero que prácticamente toda la humanidad necesita para sostener sus necesidades básicas. Esta perspectiva, resulta injusta e impide la atención más profunda hacia contextos, realidades y voces que van más allá del ojo “blanco” y citadino.

Tekoa Porá

Tonino Paredes tiene 48 años y desde 2015 es mburuvicha (autoridad o cacique) de la Tekoa Porá. “Yo nací y me crié en una comunidad que estaba en Santo Pipó. Después vivimos en la comunidad Ka’a Kupe, que está acá cerca, en Ruiz de Montoya, y hace unos 15 años masomenos se creó esta comunidad donde estamos” cuenta Tonino. En silencio y con la mirada ausente, lo acompaña Angélica, su mujer. La pareja tiene otros dos hijos varones y cinco niñas y adolescentes. “Yo me siento un poco más tranquilo, pero ella (por su compañera y madre de Enzo) todavía sigue muy mal. Está muy dolorida. Casi no habla” explica Tonino.

Para él, aclarar lo sucedido es importante, pero poder tener justicia lo es aún más. “Nosotros queremos justicia. Que esto no se quede así como si no pasó nada. Eso es lo primero. Pero queremos decir, que esa fue la primera vez que íbamos a Posadas con Enzo. Nosotros llegamos el lunes, yo tenía trámites que hacer, Angélica compró ropa para Enzo y los otros chicos, y trajo algunas artesanías para vender, pero nosotros ya estábamos por volver. No es cierto que estábamos hace meses en Posadas ni que mi hijo estaba pidiendo limosna. Nos encontramos con personas de otras comunidades de la zona y nos quedamos allí esperando el momento de volver porque no tenemos donde quedarnos en Posadas” señala el cacique.

Angélica, que hasta ese momento había permanecido en silencio, apunta de repente una frase en guaraní. Tonino traduce: “dice que el colectivo venía como loco, muy rápido, que ella vio todo, ni siquiera pudo parar después de atropellarlo”.

La Tekoa Porá tiene una superficie asignada de 22 hectáreas. Es una comunidad pequeña a diferencia de otras. Viven aquí 19 familias, que componen un total de 71 personas, de las cuales 40, son menores de 18 años. La mayor parte del territorio ostenta un monte frondoso, atravesado por el arroyo El Indio. En tiempos de calor, las y los integrantes de la comunidad se refrescan en sus aguas. Con carbón, sobre un madero, un niño escribió el nombre con el cual bautizaron a ese rincón de la Tekoa: Balneario El Mango. Allí, la infancia chapotea y expande sus risas y juegos acuáticos. Todos esos niños y niñas, acuden al aula satélite de la escuela 647, con la que cuenta la aldea. Incluso, uno de los docentes de esta escuelita pertenece a la Comunidad: Guillermo Ramírez.

Salud, fútbol y espiritualidad

Santa Paredes es una de las hermanas mayores de Enzo. Ella es promotora de salud y forma parte del programa Salud Indígena del Ministerio de Salud Pública de Misiones. Como tal, tiene a su cargo ser el nexo entre su comunidad y las políticas sanitarias estatales. “Por suerte en nuestra comunidad la salud de la población está bien. Hago mediciones de talla y peso, llevo los controles de las mujeres embarazadas y estoy atenta a todo lo que tenga que ver con la salud. La mayoría de las enfermedades, como gripe, diarrea, tos, se suelen tratar con la medicina ancestral, del monte, que todavía tenemos” afirma Santa. “Y además juego al fútbol” sonríe la chica. Contará luego, que junto a varias jóvenes de la comunidad, formaron un equipo de fútbol femenino que viene dando que hablar en la zona. Otras integrantes de ese equipo se acercan. “Necesitamos camisetas. Nos gustaría poder tener camisetas negras y rosas” dice otra de las jugadoras.

El fútbol está muy presente en esta y otras comunidades de la zona. Dice Tonino, el cacique: “los varones tenemos equipo y la gurizada también. A nosotros también nos vendrían bien pelotas y camisetas para seguir apoyando que se haga este deporte”.

Además, la Tekoa Porá mantiene en plena vigencia la espiritualidad ancestral y el respeto a los adultos mayores como regla esencial de convivencia. Con sus 70 años de edad, Francisco es el opyguá (líder espiritual), y como tal, el encargado de mantener los ritos tradicionales y ocuparse de los dilemas y problemas que puedan surgir en el ámbito místico y moral de la aldea.

Cinco generaciones de artesanes

Otro de los adultos mayores de la comunidad es Vicente Ramos (72), extraordinario artesano y maestro de artesanos cuya compañera, Lucía Morínigo, domina el arte de la cestería. Bajo la sombra de un mango junto a su casa (la única de material en la comunidad, construida en su momento a instancias del sacerdote José Marx), ambos trabajan. Ella, manipula cintas hechas de tacuapí (árbol cuyo nombre científico es Morostachys clausennii), que al cabo de unos días de trabajo se convertirán en magníficos canastos listos para la venta. Él, con un machete bien afilado trabaja un tronquito de guayubira, etapa inicial de la elaboración de artesanías que recrean animales de la fauna autóctona y otras figuras. Su sapiencia es absoluta. “Mi abuelo era artesano, mi padre lo fue y yo lo soy” dice Vicente. Sobre su cabeza, un gorro piluso con los colores de Boca Juniors, no impide apreciar su larga y negra cabellera. “Es un secreto, pero es del monte” dice cuando se le pregunta por su privilegiada situación capilar.

“Yo también soy artesano” aporta Tonino. Vicente es su abuelo. En la comunidad, hay adolescentes que ya abrazan la artesanía como oficio. Es decir, el arte de crear con las manos se viene trasladando desde hace cinco generaciones en el historial de esta comunidad.

Pero la producción de artesanías, explica Tonino, merece tener una atención mayor por parte de las políticas destinadas al sector. “La gente se queja porque muchas personas que viven en comunidades viajan a Posadas y permanecen allí hasta vender sus artesanías. Sin lugar donde dormir ni ir al baño, soportando las lluvias, el frío o el calor. Todo para poder vender, porque no se puede volver hasta no vender todo. ¿Por qué entonces no se crea un mercado que pueda comprarnos las artesanías y así nadie tiene que andar vendiendo tantos días allá en Posadas. Sería bueno que vengan a comprar nuestra producción y después podrían vender esas artesanías a turistas o a quien lo desee, sin la necesidad que los artesanos y sus familias deban trasladarse a Posadas, eso sería una solución” propone Tonino.

La producción de alimentos para subsistencia es otro de los motores de la aldea. “Plantamos mandioca, verduras, cosechamos frutas. Pero no alcanza. Ahora, necesitamos plantar en mayo y nos están haciendo falta algunas herramientas, elementos y semillas, que ya pedimos a la Dirección de Asuntos Guaraníes” dice el cacique.

Sin luz ni agua

Cuando ocurrió el accidente, la directora de Asuntos Guaraníes de la Provincia de Misiones, Norma Silvero – quien entró en funciones en febrero luego del apartamiento del múltiplemente denunciado por las comunidades, Arnulfo Verón-, se acercó a la comunidad para conocer la situación en vistas a poder solucionar algunas cuestiones.

En Tekoa Porá el Estado tiene aspectos fundamentales para atender. En principio, la carencia de energía eléctrica, déficit que ocasiona a su vez, la falta de agua potable. Hace un par de años, la empresa estatal Marandú Comunicaciones, instaló paneles solares en la casa de madera donde funciona el aula satélite. Esto posibilita el acceso al wifi. Pero esos paneles, que debían además alimentar a la bomba de agua, no lo hacen. El resultado es que la bomba nunca funcionó y a pesar del tanque y las canillas, la comunidad nunca tuvo agua corriente.

Tonino avanza por un trillo en el monte. Al llegar a determinado lugar, señala hacia el suelo, donde hay un pequeño pozo. Es agua de vertiente. “De acá bebemos y usamos para cocinar. Acarreamos en tachos y baldes. Pero a veces la vertiente se seca. Necesitamos agua potable y luz” afirma Paredes.

Dar una mano

La consulta final del cronista es qué otras cosas necesitan, y si autoriza la difusión de su número de celular para que aquellas personas, organizaciones e instituciones que deseen colaborar solidariamente puedan comunicarse directamente con él. La respuesta es afirmativa. “Todo es bienvenido. La pandemia golpeó duro. No pudimos salir en mucho tiempo y ahora tratamos de vender artesanías cuando podemos, pero lo que pasó con mi hijo nos dejó muy golpeados. Todo lo que es alimento, ropas, ropas para recien nacidos o bebés, se necesita. Y también como decían los chicos, pelotas, camisetas de fútbol, para nuestros equipos, todo se agradece” señala.

“Nunca imaginé que iba a enterrar a un hijo. No se los deseo a nadie. Pero tenemos que seguir adelante como comunidad, seguir luchando” finaliza.

El celular de Tonino Paredes es 3743-602471

(El uso de la imagen de Enzo fue autorizado por su familia al autor)

Portada: Enoe Moya

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