¿Qué es la poesía? Así se titula el primer episodio del podcast Un libro, una casa, disponible en Spotify y conducido por Camila Mermet. En él la escritora se propone responder una pregunta imposible y para ello recurre a célebres autorxs de la literatura universal. Entre los materiales que Cami elige para responder a su pregunta se encuentra un breve poema ensayístico de Cristina Peri Rossi titulado Para qué sirve la lectura. Le propusimos a Cami continuar la tradición haciendo lo que sabe hacer: responder preguntas imposibles, y de eso se trata este texto. Qué es la poesía, para qué sirve leer, para qué sirve escribir.
Me llega un mensaje directo de Twitter con una propuesta. Que escriba una nota que responda a una pregunta insólita: ¿Para qué sirve escribir? Hablaron de plata, lo cual me pareció raro. Escribir, en general, es el oficio chiste que se utiliza para hablar del poco éxito que vas a tener en tu futuro si decidís dedicarte a eso. “¿Escritora? Sí, pero eso no da de comer. ¿Qué hacés aparte?”. O quizás, no es solo un chiste. ¿Para qué sirve escribir? Pienso y repito la frase con distintas voces, mientras miro el teclado.
Se me ocurren varias cosas (o tres fundamentales): la primera es que escribir es la forma de esperanza más clara que suscita mi personalidad. Me desenvuelvo pesimista en la vida, pero cuando escribo me permito creer. Escribo porque quiero que me lean, porque quiero dejar una constancia clara de intento de entusiasmo. Roland Barthes dice, entre sus Diez razones para escribir: “Escribo para ser reconocido, gratificado, amado, discutido, confirmado”.
La segunda cosa que se me ocurre es que la escritura es una necesidad. Es decir, ¿por qué nos preguntamos para qué sirve la escritura si en realidad nadie podría imaginarse el mundo tal como es sin ella? Listas de súper, dedicatorias en los libros, en las flores, en un regalo, mensajes de WhatsApp, cartas guardadas, carteles luminosos, notas periodísticas, manuales de instrucciones. La escritura nos antecede y no nos necesita, existe desde que nacemos hasta que morimos. En cambio, los que necesitamos del silencio de las letras en conjunto, de un refugio, una casa, una reflexión que nos detenga, somos nosotros y nosotras.
Necesitamos de la escritura y de su hermana, la lectura. Digo esto porque más allá de la relación lógica e imprescindible entre ambas de que una no existe sin la otra, en conjunto son parte de casi todos los procesos creativos. Para escribir sobre algún tema de manera responsable es necesario investigar antes. Para escribir poesía hace falta leer para entender de ritmo, métrica, imágenes o estilos.
John Biguenet da una visión muy hermosa de lo que es la lectura en su ensayo Silencio que me parece oportuno compartir. Explica que leer requiere silenciar el yo, es decir, ceder nuestra conciencia a un tercero. La verdad es que vivimos en tiempos turbulentos y ruidosos donde cada vez es más difícil aceptar el silencio. Sobre esto, Biguenet escribe:
“Se dice que cuando uno enferma de gravedad, lo primero que pierde es la capacidad para leer. Frente a todos los problemas que va desencadenando poco a poco un desastre o una enfermedad -voy a seguir teniendo trabajo, de dónde voy a sacar el dinero, me cubrirá el seguro, resistirá mi matrimonio, cómo va a cambiar mi vida de ahora en más- uno se aferra a su yo. Y no se atreve a soltarlo”.
Leer, entonces, es un lugar seguro para nosotros porque sigue siendo un lugar donde podemos callar la eterna voz de nuestros pensamientos y dejar que nuestro corazón descanse y se conmueva con las palabras de otro. Creo que de eso habla Kafka en su cita tan conocida: “Un libro siempre tiene que ser como el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros”.
La escritura entonces, para mí, sirve para tener esperanza, y por eso, es una necesidad. Escribo en el colectivo, en el auto, en las salas de espera, en las noches de insomnio, cuando estoy feliz o triste, enamorada o distante. Escribo en mi cuaderno, en una hoja arrancada, en un espacio diminuto de una revista vieja. Escribo parada, sentada o caminando. Escribo para que no perezca, contra el olvido, para retenerlo, como dice Cristina Peri Rossi en uno de sus poemas.
La tercera y última razón es que soy de las personas que creen en el honor de hacer las cosas por amor. Escribir es un acto sensible, amoroso y tangible. De los últimos que quedan, como quien compra vinilos por su sonido superior o planta flores en su jardín y espera meses para verlas florecer, o como el que justamente escribe una carta de amor para sentir que puede tocar lo que el amor le hace experimentar.
En estas líneas me permito ser optimista, me creo el personaje de mujer que cita e intenta definir lo que es la escritura, pero seguramente si alguien me pregunta de manera azarosa “¿Qué es la escritura?” respondería: «bueno, no sé. Hay muchas notas que hablan de eso«.
Mi casa es una mujer, el primer libro de la autora, se consigue de manera virtual acá.