Un amplio sector de la población oscila entre estar invisibilizado o ser estigmatizado. El debate “planes si, planes no” ya es un clásico de la degradación de la discusión. Pero hay algo peor que hablar sin saber, y es pretender saber sin escuchar. Necesitamos entender estadísticas para intervenir sobre la realidad, pero antes precisamos conmovernos y comprender a la gente de carne y hueso que conforma esos grandes números, para desear transformarla. Quizás en la voz de Andrea, una trabajadora de un barrio popular cordobés, aniden algunas verdades que merecen mayor atención. Aunque se la quiera ocultar o negar, la economía popular crece y se desarrolla.
Crecen los mejores amores
Crecen desde el pie
Para sus colores, las flores
Crecen desde el pie
Crece desde el pueblo, el futuro
Crece desde el pie
Crece desde el pie – Alfredo Zitarrosa
Andrea tiene 37 años y es “nacida y criada en la villa El Chaparral”, un barrio popular que se encuentra frente a la Ciudad Universitaria de Córdoba. Ella se describe como “una de las que trabaja en el saloncito Esperanza popular, que nació después de una inundación que fue una tragedia para muchas familias”. El espacio fue fundado hace algo más de seis años. Sobre su trabajo relata: “Acá mantenemos el comedor hace años. Ahí ayudamos un montón. La gente espera cuando hacemos la comida, llevar su tupper, compartir, comer. También son importantes las otras actividades, como cuando se hace el día del niño o el carnaval”. Andrea es una trabajadora “de a pie” de la Economía Popular (EP), que está lejos de las conceptualizaciones y los discursos grandilocuentes -a favor y en contra- que se desarrollan sobre el sector, y que, sin embargo, en su persona y su trabajo, sintetiza y expresa con claridad todo ese universo social.
Desde lejos no se ve
Garabombo es un personaje ficcional creado por el escritor peruano Manuel Scorza, portador de una característica muy especial: Garabombo es invisible. No logra ser visto por las instituciones estatales ni por sus representantes; aunque sí lo ven quienes forman parte del pueblo. Esta particularidad de ser invisible para los poderes puede ayudarnos a pensar la realidad de quienes trabajan en la EP. Millones de personas que parecieran no ser tenidas en cuenta en la mayoría de los gobiernos, aunque resulte imposible negar su existencia con tan solo caminar por la calle de cualquier ciudad del país.
La EP comprende sectores sociales y económicos difíciles de cuantificar por varias razones. En especial por su carácter marginalizado del mercado laboral formal. Sin embargo, sabemos que sus dimensiones son muy importantes. Veamos algunas de las últimas aproximaciones más serias:
- En el último informe del Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (RENATEP) publicado 2022, se registra que desde julio 2020 a junio 2022, las personas inscritas ascienden a 3.457.669. Las estimaciones generales indican una proyección cercana a las 4 millones de personas.
- El trabajo realizado por el Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas (OCEPP) denominado Monitor de la Economía Popular y publicado en 2022, estima que el universo de trabajadores y trabajadoras de la EP abarcó a 3,8 millones de personas.
- El Centro de Innovación de los Trabajadores (CITRA) por medio de su Programa de Economía Popular y Tecnologías Sociales (PEPTIS) contabiliza en una investigación sobre el cuarto trimestre de 2021 una población total de más de 4 millones de personas para este amplio universo.
Estamos hablando de guarismos cercanos al 20% de la población económicamente activa. Es decir, que si nuestra economía fuera una habitación con diez personas, dos de ellas serían trabajadoras o trabajadores de la economía popular. Más allá de las variaciones numéricas referidas a la cuantificación actual y las estimaciones futuras, los informes demuestran que hay una porción relevante de quienes trabajan hoy en Argentina formando parte de la EP.
Ahora, ¿cómo podemos definir a este sector? ¿Cuáles son sus características distintivas? Siguiendo los planteos de Grabois y Pérsico en un libro de 2015 titulado Organización y Economía Popular -considerado ya un clásico en la materia-, podríamos afirmar que la EP expresa un conglomerado de actividades económicas desarrolladas por sectores marginalizados que las realizan a través de la utilización de su propia fuerza de trabajo y de los recursos desechados por el mercado. Por eso, podemos hablar de un conjunto de actividades de producción y comercialización de bienes y servicios heterogéneos que tienen en común “ser de subsistencia”, de muy baja escala y productividad y que además, son realizados con medios de producción propios y explotados de forma directa, sin mediar una relación asalariada, y con la utilización de máquinas y/o herramientas vistas como obsoletas o de baja complejidad.
En concreto, cuando hablamos de EP nos referimos a campesines pobres, a gente que cartonea, a vendedores ambulantes, a feriantes, a quienes lograron armar una cooperativa textil, a limpiavidrios y cuidacoches, a quienes garantizan las tareas de cuidado en los barrios populares y a muchas otras actividades similares.
A pesar de haber conseguido algunos triunfos relevantes en su momento, como fue el caso de la denominada Ley de Emergencia Social, a fines del 2016, se puede observar que el sector ha resultado muy golpeado durante los años del gobierno de Mauricio Macri. Entre 2015 y 2019 hubo un marcado empeoramiento de las condiciones de vida de las mayorías populares de nuestro país. La pandemia global no hizo más que profundizar esta situación. Lo dicen todas las estadísticas, pero lo reafirma Andrea: “Para mí con la pandemia empeoró todo. Mucho de lo que se ve ahora, antes no se veía. La pandemia nos tiró muy abajo a todos. También se golpeó el trabajo que hacemos en el comedor. La verdad que está muy duro todo”.
Es importante entender este retroceso social considerando el carácter de clase que posee la EP. Para diferenciarlo de otros sectores de perfil más “emprendedurista” o de la economía solidaria, Juan Grabois afirmó en una entrevista con Tierra Roja: “La economía popular es muy negra, es muy sin dientes. La economía popular es muy ágrafa, de tradición oral, de villa, de barriada, de comunidad campesina a lo lejos, de comedor comunitario, de olla popular, de cartonero, de vendedor ambulante, eso es la economía popular”.
Conocer la EP desde adentro es muy difícil, entre otras cosas porque sus protagonistas no tienen voz ni espacios estelares en los grandes medios de comunicación. Por eso, quienes trabajan en el sector parecen ser invisibles a raíz de no ser reconocides como personas que trabajan. Por eso, aún siendo millones, por momentos parecen ser transparentes como Garabombo. Las miradas externas, suelen “pisar la cáscara de banana” y caer en algún elemento del engañoso sentido común para terminar orientándose hacia algún tipo de estigmatización. Contrarrestar estas tendencias, requiere intervenir sobre algunos mitos.
Mitología y realidad
Sobre la EP circulan muchas ideas discriminatorias, prejuiciosas, clasistas y estigmatizadoras. La idea de descarte y marginalidad marca fuertemente la identidad y la realidad de este sector, diferenciándose de otras porciones de la clase que vive del trabajo que cuentan con un empleo formal.
Nos detendremos en dos de las mitologías más difundidas: en primer lugar, la que propugna que quienes son parte de la EP son gente vaga. Andrea dice: “Este es un trabajo, pero también una ayuda. Una ayuda para el barrio y también para mí”. Es decir que las actividades de la EP constituyen un trabajo, no son un hobbie; por lo tanto, el apoyo que reciben está lejos de la ayuda caritativa. Si la gente de la EP fuera “vaga” no se podría garantizar diariamente el alimento para miles de familias a lo largo del país; no habría ni la mitad de las ferias que existen en las plazas u otros lugares públicos; las ciudades tendrían mucha más basura en sus barrios y así podríamos indicar una multiplicidad de otros ejemplos. Este punto se apoya en la idea de que la gente es vaga porque se queda tranquila al cobrar un “plan”.
Y así aparece el segundo mito: que quienes forman parte de la EP “viven de los planes”, por lo que habría que terminar con estos para que ya no lo puedan hacer y tengan que salir a buscar trabajo. Según los argumentos provenientes de ciertos medios y sectores políticos, esto pareciera ser la gran estafa que sufre la Nación. Ahora bien, contra la idea de “planes versus trabajo” existen legislaciones que pueden aportar información relevante que permita superar esta falsa dicotomía. Por ejemplo, en el surgimiento del Salario Social Complementario (SSC) de diciembre del 2016 ya se habla de salario y no en términos de “subsidio”. Esto expresa por lo menos un parcial reconocimiento a las actividades de la EP como trabajo.
En 2020 con la creación del Potenciar Trabajo esta perspectiva continuó afianzándose. O sea, en primer lugar debemos dejar en claro este punto: hace años que ya no se debe hablar de “planes” sino de un monto fijo en contraprestación a un trabajo realizado. Primero entendido como un complemento del salario y luego, como una herramienta para potenciar el trabajo. Esta estipulado que el cobro se recibe por la realización de una tarea.
Además, según el último informe del RENATEP, sólo el 28,3% de su población percibe el Programa Potenciar Trabajo. Esto quiere decir que de las personas inscriptas en el registro, más de un 70% trabaja en la EP sin cobrar el famoso “plan” del que tanto se habla. Incluso, si se tiene en cuenta el número general de trabajadores y trabajadoras y no solo el de personas inscriptas en el registro, puede que este porcentaje sea aún bastante mayor.
Por otra parte, el Potenciar Trabajo que llega a alrededor de un millón de personas comprende el 50% del Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM). Esto quiere decir que cada persona que trabaja en la EP y “cobra un plan” recibe hoy alrededor de $35.000. Con el último Consejo de Salario que se acaba de realizar ese monto se iría a $44.000 en julio (perdiendo nuevamente frente a la inflación). ¿Quién puede vivir con ese dinero manteniendo a una familia? Por eso, para quienes cobran el “Potenciar”, como dice Andrea: “Es importante el trabajo. Así como hay mucho vicio, acá también hay mucha gente trabajadora. El Potenciar Trabajo ayuda a salir adelante”. Por eso, se puede decir que lo que se cobra ayuda a la gente trabajadora, pero no le garantiza el sustento. “Es importante que la gente se meta en la villa y vea las cosas como son acá adentro. No desde afuera. Que vean que acá la mayoría es gente buena que tiene muchas necesidades”, dice Andrea.
Discusión y organización
¿La EP es un fenómeno coyuntural o es producto estructural de la dinámica capitalista en nuestro país? Este tema fue retomado recientemente en una charla-debate entre Juan Grabois y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof en La Plata, durante la presentación del libro Los Peores, de Grabois.
El gobernador y economista sostuvo que la dinámica del capital no se encuentra predestinada, resaltando la importancia de las disputas políticas y económicas en este sentido. Por este motivo entiende que no puede afirmarse contundentemente que la EP sea un sector definitivamente estructural de la Argentina. Además consideró que, con una determinada reindustrialización profunda, que permita romper el ciclo neoliberal y plantear una real redistribución de la riqueza, podría reducirse significativamente la EP.
Nos preguntamos entonces: ¿Afirma Juan Grabois que exista una dinámica fatal del capitalismo? ¿Se puede pensar en otro ciclo particular del capitalismo, en otra etapa futura mejor y radicalmente diferente a la actual? El planteo de Grabois -y de todo un sector de los movimientos populares-, parte de asumir que la dinámica del capital transformó profundamente las relaciones en el mundo del trabajo y que el modelo clásico capitalista de industrialización está acabado. Afirma también que debe reconocerse la actual economía como una “economía tripartita”; compuesta por el sector público, el sector privado y un sector popular.
Por otra parte, Grabois caracterizó su argumento como una “hipótesis operativa”. Esto significa que, más allá de los debates generales y a futuro, es preciso visualizar y reconocer los tres ámbitos laborales y definir políticas para ellos. Más aún teniendo en cuenta que la EP no va a desaparecer en lo inmediato, por lo que considerar al sector como una arista de la economía puede resultar de gran utilidad para los próximos 20 años.
Según un reciente informe del INDEC llamado Mercado de trabajo. Tasas e indicadores socioeconómicos (EPH), de 2022, la desocupación en Argentina es de 6,3%. Esto da cuenta de un número casi de “pleno empleo”. De este dato puede deducirse que tal vez, más que crear nuevos trabajos, haya que pensar en mejorar las condiciones laborales de esas tres grandes partes de la economía.
Considerando que el sector de la EP existe, es masivo y se reconoce que sus condiciones de producción y reproducción de la vida son muy problemáticas: ¿Por qué no jerarquizar políticas particulares? Mientras el resto busca la respuesta, las y los trabajadores del sector no esperan inmóviles que lleguen soluciones “desde arriba”.
Quienes forman parte de la EP trabajan en condiciones de marginalidad, sin los derechos básicos garantizados y sufriendo una estigmatización constante. Por estos motivos, la organización en clave gremial se comenzó a vislumbrar desde hace tiempo como una necesidad. En un primer momento, surgieron sobre todo organizaciones por barrios y/o por cooperativas. Luego, diferentes organizaciones populares comenzaron a vincularse con el sector y a ofrecer una política más amplia.
La organización comenzó a estructurarse, y en mayo del 2011 se logró dar vida a la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). La organización continuó creciendo a pesar de sus muchos inconvenientes y de esta forma, la CTEP junto a Barrios de Pie, la Corriente Clasista y Combativa y otros grupos consiguieron crear un espacio mayor: la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP). Con su salida pública en diciembre de 2019, el objetivo central de la UTEP es ser el espacio de organización sindical de quienes trabajan en las diversas actividades del sector.
“Es importante a veces salir a la calle para luchar por algún derecho en beneficio de nosotros, de todos los que trabajamos. Necesitamos hacer valer nuestros derechos. Aunque a veces por otras tareas como cuidar a las niñas más pequeñas -menores que dependen de mí-, se complica”, dice Andrea. Sus palabras expresan tanto el acuerdo con la lucha, como la dificultad para llevarla a cabo. Estas son características fuertes del sector: conciencia de la importancia de la organización y la lucha porque “nadie regala nada”; también reconocimiento de los problemas de una vida precarizada para efectivamente poder sostener una reivindicación.
“Solamente el que vive en la villa sabe lo que pasa acá. De afuera, muchos miran y juzgan. Nos dicen ahí están los negros, los chorros. Pero acá en la villa hay un montón de otras cosas”. A pesar de los intentos de invisibilizarles, del estigma y la marginación, quienes forman parte de la EP siguen ahí. Trabajando, sosteniendose junto a otres, como dice Zitarrosa, creciendo desde el pie como los mejores amores.
Foto de portada: Colectivo Manifiesto