Tres jóvenes militantes del Movimiento Evita cuentan qué implicancia tuvieron los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre de 2001 en su imaginario político a partir de anécdotas de la época. El texto forma parte de la publicación «2001. 20 años» del Instituto Generosa Frattasi, de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Para acceder a la publicación completa hacé click acá.
Empecé a militar a los quince años, me sumé a la JP Evita de Quilmes. Para mí el 20 de diciembre fue un punto de inflexión que atravesó a la totalidad de la historia argentina. Es una fecha siempre muy presente en las juntadas familiares. Mi viejo, mi tío y mi abuela estuvieron en esa jornada. Fue un evento histórico que marcó a ellos pero también al resto de la familia, porque lo que se vivió en esos días fue algo que no se visualizó en la dimensión y crudeza que tuvieron. La violencia, la multitud y el tipo de gente que movilizó, que no eran solo militantes sino también clase media que salió a la calle, que quizás nunca lo había hecho pero se unió a reclamar junto a los movimientos piqueteros que venían luchando con anterioridad.
Mi abuela me contó que al no saber nada de mi viejo por varias horas, se tomó el blanquito y fue a buscarlo en la multitud. Estaba inquieta, no se pudo quedar en su casa. Se le plantó a un gendarme y salió en CNN. Mi tía se quedó en su casa al cuidado de sus hijas, pero desde el balcón de la Av. Entre Ríos tiraba botellas de agua congelada a los policías de la montada. De alguna manera, desde el interior de su casa, se manifestaba.
Amancay Gonzalez
Tengo veintitrés años, arranqué a militar cuando tenía catorce. El 20 de diciembre de 2001 para mí significa la combinación de un período de resistencia de la militancia popular organizada y el estallido de un pueblo agotado por la embestida neoliberal de ese momento. Creo que un estallido social como el que se vivió, es un acumulado de años de pobreza para los más vulnerables y el pueblo salió a marcar que no se podía seguir viviendo así y a validar su voz. La militancia y la resistencia fueron un actor fundamental para que se pueda dar esa situación y ponerle freno a los cipayos que vinieron a hambrearnos.
El 20 de diciembre significa el poder del pueblo de torcer la historia y de transformar la realidad a través de la lucha. También la importancia de salir a las calles.
En esa fecha vivía en Chaco. Mi papá, Alfredo González, un militante de hace muchos años del conurbano, específicamente de Quilmes, era un cura villero. Con la familia nos tuvimos que ir a vivir allá porque acá no había laburo, más con el estigma que cargaban él y mi vieja por haber salido de la iglesia católica. Mi viejo estaba como loco, quería venir a Buenos Aires y estar presente en la plaza, pero a su vez, estaba organizando que los terratenientes del Chaco y los dueños de las algodoneras, donen matas para que todo el pueblo festeje la navidad.
Tamara Gonzalez
Al 2001 no solo lo recuerdo, sino que lo viví por mi familia, por mi situación económica, porque soy de un barrio popular y la pasamos muy mal. Nos criamos al calor de los cortes de calles porque acompañábamos a mi vieja a cada una de las movilizaciones. Además de estar muy mal económicamente, vivíamos en una situación habitacional pésima, entonces, también movilizábamos para que las condiciones del barrio estén mejor, para acceder a los derechos básicos. No lo viví como militante ni en primera persona, pero sí como hija de una militante, más bien vecinal que de una organización social o política.
En términos personales, a mí me marcó el 2001 porque era una época en la que no teníamos para comprar zapatillas ni tampoco para comer. Ahí conocí lo que eran las ollas populares, organizadas por mi vieja, Claudia. Podría decir que lo viví de manera indirecta, por ser “hija de”. Pero, por otro lado, también lo vivimos cada vez que nos cruzamos con compañeros y compañeras que nos comparten su experiencia y me parece que estamos en un momento en el que la situación de desempleo actual, es bastante compleja y las demandas de algunos sectores son muy parecidas. La diferencia es que hoy encuentran una herramienta organizativa por donde canalizar esas demandas y por donde conquistar derechos. Si no estuviéramos los movimientos populares, la situación sería mucho peor.
Nosotros y nosotras, le debemos mucho a quienes caminaron antes, pero se lo tenemos que devolver a las generaciones que vienen, organizando las luchas que nos faltan y la vida que nos merecemos.
Cecilia Barros